La Broma – Milan Kundera

la broma

«(…) Cuando Lucie desapareció de mi vista tan misteriosa y cruelmente, al principio no tenía ninguna posibilidad práctica de buscarla. Pero después (al terminar la mili), fueron pasando los años y yo fui perdiendo el deseo de emprender la búsqueda. Me dije que Lucie, por mucho que yo la hubiese amado, por muy única que fuese, era totalmente inseparable de la situación en la que nos habíamos encontrado y enamorado. Me pareció que es un error cuando se pretende abstraer al ser amado de todas las circunstancias en las que se le conoció y en las que vive, cuando se lo intenta, con una laboriosísima concentración interna, purificar de todo lo que no es él mismo, y por lo tanto también de la historia que junto a él se ha vivido y que forma parte el perfil del amor.

Lo que yo amo en una mujer no es aquello que ella es en sí misma y para sí, sino aquello con lo que se dirige hacia mí, lo que es para mí. La amo como a un personaje de nuestra historia compartida. ¿Qué sería de la figura de Hamlet sin el castillo de Elsinor, sin Ofelia, sin todas las situaciones concretas por las que pasa, qué sería sin el texto de su papel, qué sería haciendo abstracción de todo eso? ¿Qué quedaría de ella, más que una especie de esencia ilusoria, vacía, muda? También Lucie, privada de los arrabales de Ostrava, de las rosas pasadas a través de la alambrada, de los vestiditos raídos, privada de mis propias semanas interminables y de mi prolongada desesperanza, dejaría probablemente de ser aquella Lucie a la que amé.

Sí, así lo entendí, así me lo expliqué y así, a medida que pasaba año tras año, casi iba teniendo miedo de encontrarla de nuevo, porque sabía que nos encontraríamos en un sitio en el que Lucie ya no sería Lucie y yo ya no tendría con qué volver a anudar el hilo roto. Con ello no quiero decir que haya dejado de amarla, que la haya olvidado, que su recuerdo haya empalidecido; al contrario; permanece dentro de mí constantemente como una callada nostalgia; la anhelaba como se anhela algo que ase ha perdido definitivamente.

Y precisamente porque Lucie se había convertido para mí en algo definitivamente pasado (algo que como pasado sigue viviendo y como presente está muerto), fue perdiendo en mis pensamientos paulatinamente su corporeidad, su materialidad, su carácter concreto y se convirtió cada vez más en una especie de leyenda, en un mito escrito en un pergamino y guardado en una cajita de metal en los cimientos de mi vida.»

Quinta parte Ludvik

Novela La Broma de Milan Kundera

 

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