Observaciones de viaje
Un cartel dice algo específico y a su vez dice mucho más. Dice lo que dice y habla de las personas que lo escriben, de sus necesidades, de su contexto y de su visión del mundo.
Todo el tiempo estamos interpretando signos, tratando de entender qué pasa a nuestro alrededor y qué nos pasa a nosotros mismos (relacionado o no al contexto).
De viaje todo es nuevo, lo que vemos, lo que olemos, lo que escuchamos y lo que sentimos en nuestro interior como consecuencia de los nuevos estímulos. Estamos constantemente generando hipótesis sobre lo que percibimos. Todo son signos para interpretar y les vamos atribuyendo sentido. Sin embargo algunas manifestaciones culturales «parecen» más naturales, como la manera de vestir, de comer o de relacionarse. Otras, sabemos que fueron específicamente diseñadas con un fin determinado como es el caso de los carteles y sobre ellos quiero escribir.
Mi clasificación -no exhaustiva- según las intenciones
– Indicaciones útiles sobre direcciones
En algunas ciudades de Europa me llamaba la atención lo muy específicas o lo muy confusas que resultaban las indicaciones de las direcciones de los puntos turísticos. En Londres simplemente indicaban hacia dónde había que caminar o qué medios de transporte había en la zona, mientras que en Berlín especificaban la distancia en metros hasta ese lugar. En Venecia había muchos carteles indicando diferentes sentidos para llegar al mismo punto sin determinar la diferencia entre los caminos sugeridos. Me sentí otra vez de diez años leyendo un elige tu propia aventura «¿prefieres ir por la izquierda o seguir adelante?»
¿Y por qué no considerar también en esta categoría los carteles que indican las plataformas de los buses? ¡Sentía que había algo extraño en esta indicación de la terminal de Tetuán, Marruecos! Está diagramado para un cerebro programado en escritura árabe -de derecha a izquierda.
– Reclamos al gobierno o a otros gobiernos.
Londres – 2011, un cartel pedía que terminen la guerra corporativa en Afganistán y regresen las tropas a casa. En ese entonces me acordé de Amir, el personaje de cometas en el cielo y Mariam y Laila de Mil soles espléndidos de las novelas de Khaled Hosseini. Y ahora me hace acordar que tengo que sentarme a escribir el post sobre Marruecos y los prejuicios (!)
Santa Cruz de la Sierra – 2015, un cartel afirma un reclamo: «mar para Bolivia.» Desde 1904 que el territorio boliviano con salida al Pacífico pertenece a Chile.
– Imperativos disfrazados y directos
Había leído que Evo Morales, el primer presidente indígena de Bolivia, apunta con su gestión a combatir el racismo y la discriminación para lograr un estado más democrático e inclusivo.Ver nota. Sin embargo, cuando estuve en Bolivia (abril 2015) me llamó la atención cuánto se repetían los carteles con la afirmación «Todas las personas son iguales ante la ley».
Entendí la razón de la insistencia cuando en un local en La Paz vi un anuncio que solicitaba personal que decía «Se busca señorita o cholita» (mujer indígena).
NOTA: Me arrepiento de no tener la prueba fotográfica de esos carteles. Pero en La Paz me sentía mal por la altitud (3250 m sobre el nivel del mar, acostumbrada a respirar al nivel del mar en Buenos Aires) y se ve que en ese momento lo que ahora parece una pavada como agarrar la cámara y disparar implicaba una inversión energética que no estuve dispuesta a realizar. Bastante esfuerzo ya era caminar en esas callecitas onduladas que subían y bajaban.
Imperativos directos del estilo «no hagas tal o cual cosa» que indican los comportamientos esperados. En Bolivia encontré carteles formales, como el del teleférico de La Paz, e informales, a mano, en toda clase de negocios con la misma leyenda: «prohibido el ingreso en estado de ebriedad». En mi corta estadía donde la máxima era disfrutar las horas del día -las de sol- lo mejor posible no vi el consumo excesivo(?) de alcohol que dan a entender los carteles.
Recién llegada a Cusco, Perú, cuando di una vuelta por la plaza de armas que en ese momento tenía restringido el ingreso de autos vi un cartel con una bocina tachada. ¡Qué raro! No se me ocurría qué podía significar. Resulta que tanto en Cusco como en Lima -las dos ciudades peruanas de mi recorrido- los taxis o cualquier vehículo que quiera hacer de taxi tocan bocina para atraer la atención de cualquier peatón que consideren potencial pasajero. «Pi-pi» entre uno y tres bocinazos cortos por ocasión. A mí me identificaban fácilmente como turista así que caminar por las calles peruanas fue una constante canción mono-tono que por momentos cansaba un poco. Y relacionado con ese tema en el barrio de Miraflores (Lima) vi carteles «respete el silencio» apelando a eliminar la compulsión a la bocinita.
– Las expresiones artísticas
Muy originales estas intervenciones en Roma (2012).
¿Qué carteles de Buenos Aires les llamará la atención a los visitantes por que hablan más de nosotros de lo que creemos?
Muy bueno!! te felicito!!!