El viaje a Disney se lo debía a la nena que fui. Todas las tardes merendaba con leche chocolatada, galletitas y «El mundo de Disney» de Telefé. Cada día de la semana una serie diferente, me acuerdo de Blossom y Los Dinosaurios. El programa tenía un conductor, Leonardo Greco, que además de saludar y presentar las series pasaba videos de los «maravillosos e increíbles Parques de Disney». Una especie de newsletter de los ’90, con la ventaja de que no tenía mails rebotados ni eliminaciones sin apertura. Y así fue como veinte años más tarde, cuando pude pagarlo, compré los pasajes, el hotel y las entradas a los parques. Fue un proceso de marketing lento pero tuvo conversión al fín.
Tenía treinta años, quería cumplir mi sueño pero también compartirlo con alguien, y como suele pasar, le decís a tus amigos y los que tienen el dinero no tienen el tiempo, los que tienen el tiempo no tienen el dinero y a los que tienen el tiempo y el dinero no les interesa tu destino. Entonces se me ocurrió invitar a mi hermano que por ese entonces tenía quince. Les pregunté a mis papás y como les pareció una buena idea le hice la propuesta a él. Aceptó venir pero no mostró el entusiasmo que yo esperaba. Por lo visto la campaña de marketing de Disney para la generación Z (del ’96 en adelante) no fue tan eficiente como con la mía (millenials del ’81 al ’95).
me sorprendió mucho lo que más me sorprendió
Parece un trabalenguas pero no lo es. Para mí Disney era sinónimo de magia y tecnología. Antes de viajar pensaba que lo que más iba a llamar la atención e impactarme iba a ser el despliegue tecnológico de sus juegos y espectáculos. Disney se vende como una experiencia para todos los sentidos, son diferentes mundos excelentemente recreados.
Disney es creatividad e imaginación y eso está presente en todos los detalles. Corríamos de atracción en atracción, de sorpresa en sorpresa porque en ningún lado dice en qué consisten los juegos y nuestros cerebros felices descubriendo novedades.
Había cuatro tipos de atracciones: 1. espectáculos, 2. simuladores, 3.»rides» que podemos traducir como «paseo» donde variaba la forma del medio, un trencito, una avioncito dependiendo del concepto de la historia; y 4. las montañas rusas. No soy amante de las montañas rusas así que a veces preguntábamos para evitarlas (sí, había que consultar porque eran internas). Solían escatimarnos la información pese a que nuestra pregunta era clara -Roller coaster???? Entonces nos dabamos cuenta cuán terrible iba a ser el juego infiriendo por la cantidad de cinturones de seguridad que teníamos que ajustarnos.
Puedo decir que disfruté de cada uno de los juegos, menos el botecito de it’s a small world donde había muñecas de diferentes culturas y cantaban taladrándote el cerebro y era interminable. Además lo único que pensaba era que si alguien tiraba gelatina en el agua, como en el capítulo de los Simpsons, nos íbamos a quedar atrapados en ese manicomio de chukies.
Estuve curiosa, expectante, atenta, entretenida, divertida pero nada me sorprendió más que el hecho de que las emociones más intensas las tuve de una manera mucho más simple y sin mediar ningun aparato estrambótico. Las sensaciones más fuertes, excluyendo las caídas obvias de las montañas rusas, las sentí cuando en alguna parte del juego nos dejaban a oscuras, cuando nos anulaban nuestro sentido principal. Entonces no era lo que mostraban, que ya lo venía viendo en videos desde chica, sino aquello que no me dejaban ver. Y también eran impactantes los efectos con fuego, que no sé si serían de verdad o no. Entonces no estaba en la tecnología, en el futuro sino en lo primitivo que tenemos como humanos, ese estado de alerta que se activa ante peligros potenciales pero que no está tan bien afinado y sigue activándose en situaciones que claramente no lo son porque en el parque de Disney, absolutamente todo, está bajo control.
Cada juego empieza en la fila, antes de entrar, poniendote a tono con el tema. Pero también hay una parte no mágica, el cartel de la puerta que indica que esa atracción no se sugiere para mujeres embarazadas, personas con problemas cardíacos, problemas de columna, claustrofobia, etc, etc. La mayoría de los juegos tenía velocidad y caídas pero otros no y la lista era casi igual de larga. Nos pareció extraño y recién lo entendimos todo cuando en el hotel estábamos mirando en la tele las mismas series que miramos en casa pero con publicidad norteamericana (como diría mi abuela), y todos los anuncios eran de buffetes de abogados. Uno atrás del otro pero básicamente el mismo formato, una persona o un dibujo animado que empezaba a preguntarte, ¿tenés problema con tu jefe, con tu vecino, con esto, con aquello? ¿te pasó así o asá? no te preocupes DEMANDALOS!!!!
También nos sorprendió otro detalle cultural. Aparentemente en Estados Unidos el contacto físico está mal visto y no es que en Buenos Aires nos encanta que nos toquen. Sin embargo, muchas veces para salir de los juegos teníamos que bajar de los trencitos / autitos / naves en movimiento, lento, pero movimiento al fín. Y en esos casos siempre había una persona del staff de Disney repitiendo como loro «watch your step» una especie de «cuidado donde pisás». Pero jamás de los jamases extendían sus manos para ayudarte a descender. Yo tenía ganas de caerme a ver qué pasaba, ¿se animarían en ese caso a tocarme para levantarme?
Me gustó todo lo que ví y me encantó que todo esté pensado y orquestado. Solo hay que ir y dejarse llevar. Mis expectativas eran altas y la realidad estuvo a la altura de ellas.
Parques de Disney
Fuimos a Epcot, el de la pelota gigante -que adentro tiene un trencito-, es un parque con algunos juegos vinculados al espacio y además tiene un sector con arquitecturas típicas de diferentes lugares, Italia, Alemania, Japón, Francia, Reino Unido, Noruega, México, China y Canadá (en ese entonces).
Animal Kingdom, el del árbol de la vida, una recreación de África con safaris y Asia con una montaña rusas del Himalaya.
Los Estudios Hollywood, con atracciones sobre películas y dibujitos. Fue uno de los que más nos gustó.
Y finalmente la decepción de Magic Kingdom, el parque del castillo con su sector Tomorrow’s land que era una versión norteamericana del ItalPark (parque de atracciones de Buenos Aires que tuvo su esplendor en los 80 y cerró en los 90)
Fuimos a los dos parques de agua de Disney, Typhoon Lagoon y Blizzard
El concepto de nuestro viaje eran vacaciones en parque de diversiones así que no podía faltar Universal Studios.
Detalles del viaje a Disney
El viaje era de diez días. Volamos Buenos Aires – Miami donde hicimos combinación a Orlando. Nos quedamos en un resort de Disney para no tener que ocuparnos de los traslados a los parques. Nos fueron a buscar al aeropuerto y se ocuparon de las valijas. Estuvimos en el All-Star Sports Resort y teníamos shuttle a todos los parques durante todo el día. Para ir a Universal Studios contratamos un servicio de charter que nos recomendaron en conserjería. Ya teníamos los tickets de los paques comprados y elegíamos a cuál ir según el clima, principalmente por los parques de agua.
Maravilloso relato, «cortito y al pie» muy interesante, Felicitaciones!