Aprovechando que hay luz hasta las 21 porque es verano (agosto) y porque España tiene el horario europeo de los países más al este solemos no madrugar para ir a pasear. Pero cuando buscábamos en Google Maps cómo llegar a Mura desde Barcelona si queríamos salir a las 11 de la mañana nos tiraba tres horas de viaje siendo aproximadamente 60km. Probamos saliendo más temprano y bajaba la duración del viaje a 1 hora 46 minutos. ¿Por qué? El M11 era la respuesta. Ese micro funcionaba solo a esa hora.

Nos levantamos temprano y pese a que ambos somos super responsables y puntuales con nuestros compromisos laborales se ve que en el fin de semana funcionamos más lento porque se nos suele hacer tarde. Teníamos que caminar 500 metros desde el departamento hasta la estación de Tren Nord y llegamos al andén apenas 5 minutos antes de que salga el único tren que podía conectar con el M11. El ticket costó 5 euros cada uno, sacamos solo ida pagamos con tarjeta en la máquina expendedora.
Nos bajamos en Terrassa, habíamos chequeado que tiene una casa rara, que parece un iglú, inspirada en Gaudí, Masía Freixa, porque si perdíamos la conexión ese sería el paseo del domingo.
En la estación de tren que este año cumplía 150 años preguntamos qué ticket necesitábamos para viajar en colectivo -el M11- y la empleada nos dijo que le pagábamos al chofer al subir. Seguimos las indicaciones del maps, caminamos menos de 100m y llegamos a la parada. Constatamos con las personas que estaban esperando que fuera el transporte correcto. Sí. Lo era. Llegó puntual el vehículo, un micro chiquito. Cuando fuimos a pagar solo teníamos dos billetes de 50 euros y no nos lo aceptaban para pagar 7 euros que era el importe de la ida y la vuelta. Yo había había sacado todas las monedas de mi monedero para que no me pesen, 10 euros en monedas riéndose en mi mesita de luz. ¿Podemos pagar con tarjeta? No. ¿podemos comprar el pasaje online? No. ¿Alguien tiene cambio de 50 euros? No. El chofer nos dice que tomemos el siguiente, había otro que Google no nos dijo, en UNA HORA. Nooooooo. M se fue corriendo a buscar cambio al Corte Inglés que estaba a la vuelta. Yo me quedé con un pie en la escalera del micro y otro en la vereda revisando todos los bolsillo de mi mochila. En un bolsillo interno, en la parte donde va la computadora, había guardado 50 euros de backup por cualquier cosa, me acordaba. Sin embargo no me acordaba que adentro había otro billete, 10 euros. Le pedí al chofer que espere, pegué un pique a la esquina, empecé a los gritos pero M ya no estaba. Pagué, nuevamente con un pie en el escalón y otro en la vereda. Le pedí al chofer que por favor esperemos y enseguida llegó M con más cambio. Nos sentamos. Todavía quedaban algunos asientos libres. Ese era también nuestro miedo, un solo micro al día ¿no va lleno? El chofer dijo que había otro, ¿pero realmente llegaba hasta Mura?
Un carril de ida, uno de vuelta, una banquina muy delgada y montañas con árboles verdes a ambos lados. Cruzamos muchos ciclistas -el camino subía- y en ocasiones íbamos detrás de ellos porque con las curvas no había espacio para pasarlos. Luego de 50 minutos llegamos al final del recorrido: Mura. Confirmamos el horario de vuelta con el chofer: 15.50 y 17.50, en ese mismo lugar.
Caminamos hasta la oficina de turismo para consultar las actividades y justo en quince minutos salía una visita guiada hacia unas cuevas. Nos dijeron cuarenta y cinco minutos de caminata con un poco de elevación y que la visita total duraba dos horas (3 euros por persona). El pueblo era chico, a la una ya estaríamos de regreso para almorzar, así que ¿por qué no? La chica nos dijo que en el pueblo había tres restaurantes y que teníamos que reservar porque después se llenaban. Miramos en Internet, dos estaban abiertos, vimos los reviews de esos, muy parecidos. Había gente que le había encantado la comida casera y otra que había odiado que no había nada excepto el menú del día. Llamamos a Les olles dels caus, reservamos para 13.30.
Comenzamos la caminata con otras ocho personas por un sendero. Hicimos cuatro paradas antes de llegar a la cueva donde la guía explicaba un poco sobre el pueblo, el bosque, la cueva. Todo en catalán. Si entendías el tema principal podías deducir más o menos qué decía. Con vocabulario de castellano barajabas similitudes y tenía sentido que fuera eso lo que estuviera diciendo, casas antiguas del 1600, zona agraria y de viñedos, hoy 200 habitantes. Cuando habló de la vegetación y de la formación de las placas tectónicas, vaya uno a saber qué dijo. Si le preguntábamos en castellano nos respondía, se notaba que no estaba acostumbrada a usarlo pero lo hablaba perfectamente.

Hacía calor, aunque por suerte estaba nublado. Antes de salir la guía verificó que tuviéramos el calzado apropiado y que tengamos agua. El camino se hizo un poco largo aunque se lo atribuyo a la falta de costumbre. No parábamos de subir, y había vegetación y piedras. ¿45 minutos? Se estiró a una hora y cuarto más o menos. Y cuando finalmente llegamos al ansiado destino, nos encontramos con esto.

Una puerta enrejada de un metro y medio. El ingreso a la cueva. ¿A dónde nos vamos a meter? La guía abrió con una llave y entró. Salió con cascos anaranjados y linternas. Nos alertó que está prohibido tocar nada porque es un lugar vivo, en constante cambio. No había animales, los murciélagos solo ingresan en invierno a hibernar. E ingresan por la misma puerta que nosotros, el hecho de que los barrotes sean verticales les permite entrar sin problemas.
Tenía la cámara reflex en mi mochila pero no tenía trípode ni la paciencia de buscar una configuración adecuada así que para sacar fotos feas no hice ninguna. Adentro estaba oscuro, obvio, y fresco. Un alivio para los más de 26 grados del día y todos los grados que le sumaban el esfuerzo realizado.
Recorrimos los 200 metros de la cueva y a volver. La guía se quedaba ahí para recibir a otras personas que hubieran tomado el sendero por su cuenta. Volver siempre es más rápido porque ya conocés el camino y además era en bajada. PERO PERO PERO eran las 13.15 y todavía estábamos en la montaña. Seguimos bajando, eran 13.30 y seguíamos en la montaña. Llamamos al restaurant y entraba el contestador.
Y así como casi perdimos el tren por salir tarde, y casi perdimos el micro por no llevar cambio, casi perdemos la reserva por no tener un ritmo más rápido de trekking. ¡Viva el casi!
Nos trajeron el menú, teníamos que elegir los platos pero nos faltaba el catalán. Pedimos que por favor nos lo tradujeran todo. Botifarra es como un chorizo, xai es cordero, costella de porc se entiende, entrecot es carne de vaca, pollastre pollo, el resto ya no me acuerdo.

El menú eran 23 euros por persona, incluía vi casa, gaseosa i agua sense gas i pa. Traducción: vino de la casa, gaseosa, agua sin gas y pan.
Sin embargo cuando dijimos, una gaseosa no nos escucharon la E, nos trajeron gasosa, un agua con gas dulce que ya habíamos comprado por equivocación pensando que era soda.
Me gustaron mucho las lentejas al curry con arroces de no sé que tipo. El pollo estuvo bien pero no me enloqueció, el cordero traía poca carne y los postres estuvieron muy ricos. El lugar se llenó. Todas las mesas estaban ocupadas y cuatro mesas a demás de tener a las personas estaban sus perros. Tanto afuera como adentro.
Luego con la panza llena salimos a caminar por el pueblo con sus casas de piedra y sus 200 habitantes.
Que lindo leer tu historia, sentí que paseaba junto a uds.
Me encantó!!!
muy linda historia. me sirvió mucho. sabes si abre todo los domingos¿? pienso hacerlo desde Monserrat