Cuando fantaseamos con un viaje nos imaginamos disfrutándolo cada momento, sobre todo si dedicamos tanto tiempo para planificarlo y organizar todos los detalles. Sin embargo, a veces el cansancio nos juega una mala pasada.
Después de cinco horas de viaje y un par de trenes no solo vemos la estación de tren de Kanazawa desde la ventanilla sino también un hotel APA entre los edificios.
-Mirá, ahí vamos, qué bueno que sea cerca, no doy más.
Empezábamos a acomodar un poco nuestro jetlag de doce horas, donde lo único bueno es no haber tenido que cambiar la hora del reloj. La llegada al otro lado del planeta había sido agotadora, veinticuatro horas de vuelos, sin contar las esperas en los aeropuertos (Buenos Aires – Miami – Dallas – Tokio). Kanazawa era nuestra cuarta ciudad (Tokio, Kamakura, Fujikawaguchiko) y Google maps llegó a marcarnos 8 km de caminata diaria.
Enseguida llegamos al hotel, doy mi nombre para que ubiquen la reserva, chequean en el sistema, no me encuentran. El conserje dice que hay otro APA en la ciudad. Debe ser ahí nuestra habitación. Nos marca en el mapa como llegar, es lejos. Me había apresurado en alegrarme por no tener que caminar mucho.
Tomamos un colectivo, por suerte incluido en el JR Pass -nuestro pase de tren- y después a caminar con las valijas, las mochilas y la mente insistiéndole al cuerpo para que avance. Las cuadras se van estirando a medida que nos movemos, parece que no llegamos más.
–Konichiwa, we have a reservation…- le muestro mi nombre escrito, busca en la computadora, me mira, sigue buscando, me mira, le susurra en japonés a su compañera. ¿Qué está pasando? Necesitamos llegar, dejar las cosas y descansar ya.
-No tenemos reserva a su nombre, había una pero fue cancelada-
Dejo de escuchar lo que pasa a mi alrededor y me invade la voz interior ¿Cómo qué no es acá? No puede ser. ¿A qué estamos jugando? ¡Es una vergüenza! Organizás viajes y no sos eficiente con el tuyo!
Respiro hondo, con furia, se me abren las aletitas de la nariz y se me entrecierran los ojos para afinar la mirada hacia adentro. Y finalmente, hago lo que tendría que haber hecho en la estación de tren: libero mis manos de valija, mochila, paraguas y abrigo para buscar los documentos del itinerario. Confirmado, Kanazawa Neighbours del otro lado de la ciudad.
Por primera vez tomamos un taxi en Japón, esos que las puertas cierran solas -comandadas por el chofer- 1500 yenes (14usd), un viaje de unos diez minutos de reproches internos.
Me acerco al mostrador, saludo tímidamente y con miedo le muestro mi nombre al tercer hospedaje del día.
Kanazawa Neighbours era un hostel, tuvimos habitación privada estilo tradicional pero con baño compartido. Fue la estadía más barata que tuvimos en el viaje a Japón. Nos encantó la atención del personal y que prestaran bicicletas fue una linda sorpresa para pasear por la ciudad.
Moraleja: ¡No confiarse, una mente cansada se acuerda cualquier cosa!
2 comentarios de “Anécdota del viaje a Japón: Kanazawa”